Hace algunas semanas realizando
una entrevista para una posición comercial el candidato se definìa como “un
Emprendedor nato, de esas personas que viven desarrollando proyectos, asumiendo
riesgos, generando nuevas formas de hacer”… estas palabras me llevaron a pensar
que en lo cotidiano nos cruzamos con muchas personas que cuentan con estas características
por esta razón comencé a investigar acerca de cómo funcionan los emprendedores,
que características tienen, en este punto comencé a investigar sobre
Neurociencia y encontré más de una respuesta a mis planteos.
Hace algunos años, la Neurociencia se transformó en el conjunto de
las disciplinas científicas que más cautiva al mundo. Los libros que la
explican se convirtieron en fenómenos de ventas, gracias a muchos avances logrados
para comprender algo que parece quitarnos el sueño: cómo funciona nuestro
cerebro.
Dentro de este marco los especialistas realizaron un experimento
sencillo: formaron un grupo con 30 enprendedores y otro con 30 personas
que no lo son e hicieron participar a cada individuo en la prueba
de Stroop. Se les mostraron imágenes ambiguas, en las que se escriben
nombres de colores con tinta de un color diferente al que refieren. Por
ejemplo, la palabra “verde” escrita en rojo.
El objetivo: disociar el color que se
lee del que se ve. Los académicos midieron la
actividad cerebral de los individuos y vieron que, en los emprendedores,
era significativamente diferente. En la etapa inicial,
cuando se reconoce el problema, los enprendedores fueron más rápidos en
responder y menos inhibidos. Se abalanzaban a la cuestión a pesar de
su ambigüedad. Al contrario, los no emprendedores fueron más lentos;
trataban de estar más seguros antes de continuar.
Pero, en las últimas etapas, esta secuencia tendió
a invertirse: los emprendedores dedicaron más recursos del
cerebro para procesar la información y resolver
ambigüedades residuales. Según Bryant y Ortiz Terán, “los emprendedores piensan
más intensamente sobre el problema después de haberse abalanzado sobre
él”. Los demás usaron menos recursos cerebrales durante esta última fase,
debido a que ya habían resuelto más ambigüedad durante la etapa inicial
del proceso.
¿Los enprendedores tienen
características genéticas diferentes? No.
Esto, simplemente, indica que los emprendedores hemos ejercitado la
capacidad de abordar problemas de forma inmediata, pese a no haber
resuelto todas las incertidumbres que presentan. La principal premisa que
parece haber aprendido el cerebro emprendedor es que hay que avanzar
a pesar de no tener, al inicio, todas las respuestas. A la luz de
estos estudios, los emprendedores estamos entrenados para maximizar las
oportunidades. Mejor dicho, solemos estar atentos a ellas y, para eso,
aprendimos a ser rápidos y tenerle poca aprensión al error. También, a ser
flexibles. Otro estudio, de Maurizio Zollo, un investigador del MIT,
comprueba esto.
Zollo partió del supuesto de que el cerebro tiene dos
estrategias básicas para resolver problemas: explotación y
exploración. La primera aprovecha lo que uno ya sabe para
concentrarse sólo en la tarea y resolverla con las herramientas
disponibles. La segunda implica dejar de lado el asunto para
permitir que la mente vuele flexible entre las alternativas posibles.
El investigador escaneó el cerebro de
63 voluntarios. Otra vez, una mitad
emprendedores activos y la otra, no; en este caso, empleados de alguna
compañía. Se los invitó a jugar con unos tragamonedas y se les dijo que tenían
que maximizar sus ganancias pero sólo con una decisión: seguir en la misma
máquina (acción de explotación) o cambiar (acción de exploración).
Si bien los emprendedores no mostraron mucha más tendencia a la
exploración, cuando sí lo hacían, activaban las dos partes de la corteza
frontal del cerebro: la izquierda (asociada a los procesos racionales) y
la derecha (vinculada con los emocionales y creativos). El resto sólo
activaba la izquierda. No significa que los emprendedores seamos más
inteligentes, sino que, cuando nuestro cerebro explora, no sólo
lo hace con la razón; lo ejecuta de una forma más holística.
En definitiva, el cerebro de un emprendedor es
uno que está dispuesto a tomar decisiones iniciales arriesgadas,
que se abalanza sobre los problemas aunque no tenga todas las
respuestas, que intenta encontrarlas con mucha energía una vez que
está en movimiento, que lo hace porque entiende la importancia de las
oportunidades y que, a su vez, deja que, en la búsqueda, participen su
creatividad y emociones. Riesgo, coraje, movimiento, oportunidad, rapidez,
racionalidad, creatividad y emoción. La receta para un cerebro emprendedor.
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